Cancerbero, guardián del infierno
Érase una vez en el inframundo una gran bestia conocida como Cancerbero, el perro guardián del infierno. Cancerbero era una enorme criatura con tres cabezas, cada una más temible que la anterior. Su trabajo consistía en vigilar las puertas del infierno e impedir que las almas escaparan de su castigo eterno.
Cancerbero era temido por todos los que vivían en el inframundo, pues era una criatura cruel y despiadada. Su ladrido era fuerte y su mordedura peor, y era conocido por despedazar a cualquier alma que se atreviera a desafiarle.
Pero a pesar de su temible reputación, Cancerbero no siempre fue la bestia feroz que aparentaba ser. De hecho, una vez fue un perro amable y gentil que vivía en el mundo de la superficie con su querido dueño.
Tras la muerte de su dueño, Cancerbero fue arrojado al inframundo y obligado a convertirse en el perro guardián del infierno. Y aunque odiaba su nuevo papel, sabía que no tenía más remedio que cumplir con su deber lo mejor posible.
Con el tiempo, Cancerbero se volvió aún más temible y despiadado que antes. Rondaba las puertas del infierno día y noche, sin bajar la guardia ni una sola vez. Y cualquier alma que se atreviera a acercarse a las puertas era recibida con un gruñido feroz y un destello de dientes afilados.
Pero a pesar de sus esfuerzos, Cancerbero no podía evitar que todas las almas escaparan del inframundo. De vez en cuando, un alma astuta encontraba la forma de escabullirse y regresar a la superficie.
Estas almas fugitivas eran perseguidas por las fuerzas del infierno y arrastradas de vuelta al lugar que les correspondía, pero Cancerbero no podía evitar una sensación de fracaso. Sabía que su trabajo consistía en mantener bien cerradas las puertas del infierno y no podía evitar la sensación de que estaba defraudando a sus amos.
Con el paso de los años, Cancerbero envejeció y se debilitó. Su ladrido, antaño poderoso, se había convertido en un débil quejido, y sus dientes, antes afilados, estaban romos y desgastados. Sabía que su tiempo como perro guardián del infierno estaba llegando a su fin, y temía lo que sería de él cuando ya no pudiera cumplir con su deber.
Pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, ocurrió un milagro. Un ser bondadoso y poderoso del mundo de la superficie descendió al inframundo y se ofreció a llevar a Cancerbero de vuelta a la tierra de los vivos.
Alborozado ante la perspectiva de dejar atrás el inframundo, Cancerbero aceptó con entusiasmo la oferta y fue transportado al mundo de la superficie. Allí pudo vivir el resto de sus días en paz y felicidad, rodeado del amor de su nuevo dueño.
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