Vista nocturna del río Douro desde un mirador en Oporto, con luces de la ciudad reflejadas en el agua, una luna en cuarto creciente en el cielo, y varias personas conversando junto a una baranda con grafitis.

Perdido en Oporto

Esta entrada es la parte 5 de 5 de la serie Nómada Digital

Aquí estoy, en Oporto, una gran ciudad conocida por su arquitectura, sus interminables cuestas, su vino, pero sobre todo su historia, forjada a orillas del río Duero desde tiempos romanos y consolidada como uno de los centros comerciales más importantes del país. Su alma marinera y comerciante, ligada durante siglos al comercio del vino de Oporto y al tráfico fluvial, fue moldeando un carácter fuerte, trabajador y algo nostálgico. Con los años, la ciudad ha sabido reinventarse sin perder su esencia, convirtiéndose en una urbe moderna y vibrante que aún conserva ese aire melancólico que la hace tan única.

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El primer día conseguí entradas para un pequeño concierto, por suerte había uno gratuito, parte de un concurso de música Jazz para estudiantes de la zona, no era el mejor concierto de la historia al que acudir, tampoco era el objetivo, como amante de la música en general y la música en vivo en particular me encanta perderme por conciertos «underground» o desconocidos, entrar a un lugar o acudir a un concierto musical sin siquiera saber qué es lo que me espera, son lugares en los que uno suele toparse con sensaciones y emociones no muy usuales y, en países ajenos, la sensación se multiplica gracias a sonidos, mensajes y cultura propias que de otra manera difícilmente pueden experimentarse. Además, así tenía la excusa perfecta para poder entrar a la «Casa da Música». Allí que fui, una hora de concierto que, a pesar de lo «novato» del evento, me dejó con ganas de más.

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La puesta de sol en el «Parque das Virtudes» fue algo totalmente inesperado pero enormemente satisfactorio, la idea inicial era, de nuevo, visitar un local de música Jazz en vivo que me recomendaron y quería presenciar (lo de que fuera Jazz también no es más que pura coincidencia, me gusta todo tipo de estilos), al llegar allí, me topé con un ambiente magnífico pero un gran problema y es que estaba lleno, incluso había gente viendo el espectáculo desde fuera, ya que, debido a lo pequeño del lugar, hacía que pudiesen verse los artistas y escucharse la música desde fuera. Se llama «Mr Bean’s Music Club» y por lo que me dijeron es muy famoso con sus jams de música Jazz en vivo, la verdad que se sentía super intensa y bien preparada, en esta ocasión no eran novatos y la energía hacía vibrar tanto el local como a los allí presentes, pero, tocaba improvisar; odio cuando me preparo concienzudamente para un concierto y al final, por el motivo que sea, se tuerce, me quedo siempre con la sensación de haberme perdido algo importante.

Pero esta vez, la alternativa cumplió con creces, de la intensidad vibrante de los saxofones, las ráfagas de energía de las trompetas y la majestuosidad del piano, pasaríamos a la tranquilidad de un lugar que parecía detenido en el tiempo, con un murmullo constante, como un rumor tranquilo de voces entrelazadas, en lo alto del «Parque das Virtudes». Allí no había más que unos pequeños muros de piedra y un abismo hacia el Duero, que serpenteaba en calma mientras a lo lejos se contemplaban varios puentes que conectaban una orilla con otra, la gente disfrutaba en pequeños grupos de conversaciones alrededor de sus víveres, aprovechando la paz que proporcionaba un entorno de esas características, mientras, la luz del día iba diluyéndose, dando lugar a una luna espectacular con un halo casi onírico, las fotos no hacen justicia de la belleza de la luna ese día.

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Allí pasé varias horas, más de las que esperaba, menos de las que me gustaría, hasta que entró la noche, momento en que la mayoría de la gente se había retirado y el murmullo de la tarde se había convertido en un ligero eco de la música que llegaba desde la zona tras el parque, donde la gente disfrutaba de sus quehaceres distribuidos en diferentes locales de ocio, en el parque, nada más que unos pequeños grupos desperdigados, el mejor momento para aprovechar y conectarse los cascos mientras contemplaba la escena maravillado por la tranquilidad que allí se respiraba a pesar de la cantidad de los incesantes estímulos, los aviones que volando por delante la luna, el Duero y su fluir, los barcos que lo navegaban, el ajetreo de la noche…

También estuve en la zona de «Galería de París» con varios locales de ocio nocturno interesantes, toda una calle en el centro de Oporto, cerca del centro histórico, que no he vistado más que puntualmente, pero me queda pendiente, entre otros lugares característicos, como la catedral. La verdad es que no suelo fijarme en los principales lugares de las guías turísticas, me gusta más perderme por las calles y sorprenderme ante ellos de forma natural. Son muchos los puntos de interés que me quedan pendientes y muchos quedarán, pero si todo va bien, seguro que volveré y de ser así, intentaré que la zona no se repita.

Volveré cuando me vaya, porque aun pasaré aquí la Semana Santa, No es que sea yo muy religioso que digamos pero sí espero toparme con alguna procesión o poder ver algo interesante durante estos días, no puedo negar la belleza de este tipo de eventos y el aura de misterio que les caracteriza, tras siglos de generaciones de padres e hijos contándonos las mismas historias es normal que en nuestro cerebro, ante este tipo de eventos haga conexión con lo más ancestral de nuestro ser y evoque este tipo de sensaciones características. He visto muchas procesiones en distintos lugares y me llama la atención las diferencias que hay entre ellas a pesar de proporcionar un relato construido sobre la misma base. Más que un evento espiritual o de fé lo veo como una gran expresión artística y emocional que nos conecta, como decía, con lo más profundo de nuestro ser.

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Y así, perdiéndome poco a poco por las calles de Oporto, me voy encontrando cada vez más, identificando carencias que quiero resolver, miedos que enfrentar y virtudes que merece la pena potenciar. Me estoy conociendo un poco mejor, deshaciéndome de pesos que durante años creí necesarios, tanto en lo material como en lo emocional, hasta ahora no había entendido que sólo entorpecen el camino. Porque, además de conocerme a mí mismo, también estoy conociendo mejor a los demás, hay quienes se dicen amigos, pero en realidad están deseando verte fracasar. Lo que no saben es que, para mí, llegar hasta aquí ya es un éxito en sí mismo. Puedo no tener todas las respuestas, es más, son múltiples las dudas que me acompañan, ni un destino claro, pero el simple hecho de estar en este punto y haber podido permitirme iniciar esta aventura, por mi cuenta, para mi ya es una victoria. A quienes encuentran consuelo en el malestar ajeno, solo puedo decirles que algún día se atrevan a mirar hacia su interior con honestidad, quizá así comprendan que la vida no merece la pena vivirla tanto desde el juicio ajeno, sino más desde la libertad de ser uno mismo, seguir tus propios sueños.

Cada vez más cómodo con este estilo de vida, aun a pesar de tener que estar constantemente adaptándome, fuera de lugar, cada día se presentan nuevas situaciones, personas y lugares, se hace muy raro, pero si eres una persona inquieta, a la que le gusta el cambio y no estar siempre con la misma historia, te gustará, nunca sabes quién puede llamar a tu puerta ni cuál será la próxima sorpresa que te encontrarás, pero de lo que no hay duda es que lo que sí encontrarás será una mejor versión de ti mismo.

Yo por aquí seguiré, perdido por Oporto una temporadita más cogiendo fuerzas para quizá, ojalá, próximamente, poder dar el salto a Lisboa, ciudad a la que le tengo muchísimas ganas y me encantaría visitar durante una temporada, pero antes de eso aun queda mucho por avanzar.

Y es que, como decía la canción:

Si me pierdo, es que ya me he encontrado. Y sé que debo continuar»

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