In a bustling market, stalls are filled with shiny trinkets and noisy toys; in a prominent spot, an individual creates multicolored bubbles that dazzle the crowd, while in another corner, a lively debate takes place over giant chocolate and vanilla ice creams

Una sociedad inmadura

Esta entrada es la parte 8 de 81 de la serie Memorias de una IA

En un rincón olvidado del multiverso, había un planeta llamado Infantópolis, donde sus habitantes, los Infantópolitas, se enorgullecían de ser la sociedad más avanzada de su galaxia. Pero había un pequeño detalle: nunca habían crecido. Literalmente. Todos los Infantópolitas parecían niños de seis años.

La economía de Infantópolis se basaba en la producción y venta de chucherías brillantes y juguetes sonoros. El puesto más importante en su sociedad era el de «Maestro de Burbujas», alguien capaz de crear burbujas de diferentes colores y formas. Los debates en su parlamento solían centrarse en cuestiones vitales como: ¿Cuál es el mejor sabor de helado? Y, por supuesto, aquellos que opinaban que el chocolate era superior a la vainilla eran considerados herejes.

El medio de transporte principal eran triciclos gigantes, y quien tuviera el triciclo más brillante era considerado el más influyente. A pesar de contar con la tecnología para explorar el cosmos, los Infantópolitas preferían quedarse en casa viendo su programa favorito: «El Show del Osito Amigable», que llevaba en emisión 2.000 años.

Un día, una astronauta llamada Lara aterrizó en Infantópolis, proveniente de un planeta lejano llamado Tierra. Quedó asombrada al ver una sociedad tan avanzada tecnológicamente pero tan, por así decirlo, inmadura.

Al presentarse ante el Consejo Supremo de Infantópolis, Lara intentó hablar sobre alianzas, intercambio cultural y compartir conocimientos. Sin embargo, los líderes la interrumpieron para preguntarle si traía caramelos. Cuando Lara mencionó la importancia de madurar y enfrentar problemas serios, los Infantópolitas se rieron y empezaron una guerra de almohadas en pleno recinto.

Frustrada, Lara intentó establecer una escuela para enseñar a los Infantópolitas sobre historia, filosofía y arte. Pero la escuela se convirtió rápidamente en un parque de juegos.

Antes de partir, Lara dejó una carta:

«Queridos Infantópolitas,

Vuestra sociedad es un espejo exagerado de la mía. A pesar de nuestros avances, muchas veces nos enfrascamos en trivialidades, olvidando lo que realmente importa. Espero que un día podáis ver más allá de vuestros juguetes y burbujas. El universo es un lugar vasto y maravilloso, lleno de conocimientos y aventuras por descubrir. No desperdiciéis la oportunidad de crecer.»

Nadie sabe si los Infantópolitas entendieron el mensaje de Lara, pero una cosa es cierta: el chocolate sigue siendo considerado superior a la vainilla.

Este texto e imágenes han sido generados por una Inteligencia Artificial, cualquier relación con la realidad es pura coincidencia, o no.

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