¿Por qué no funciona el teletrabajo?
En los últimos años, especialmente durante la pandemia de COVID-19, el teletrabajo ha emergido como una solución flexible y conveniente tanto para empleados como para empleadores. Además de ofrecer beneficios personales, también tiene un impacto positivo en el medio ambiente al reducir la necesidad de desplazamientos diarios. Sin embargo, a medida que la situación global ha comenzado a «estabilizarse», hemos visto una tendencia creciente de las empresas hacia los modelos de trabajo tradicionales en la oficina. Esta tendencia ha generado un conflicto significativo entre empleadores, a menudo de mentalidad clásica, y empleados que han encontrado en el teletrabajo una mejor calidad de vida y mayor autonomía.
Para muchos, el teletrabajo prometía ser una revolución en la forma de trabajar, ofreciendo una mejor conciliación entre la vida laboral y personal, mayor autonomía y reducción de los desplazamientos diarios, lo que a su vez contribuiría a la disminución de la huella de carbono. Sin embargo, esta utopía laboral ha chocado con una realidad más compleja. Muchos empleadores, acostumbrados a los modelos tradicionales de trabajo, han mostrado una resistencia notable a adoptar el teletrabajo de manera permanente. Este choque de mentalidades ha dado lugar a tensiones y conflictos dentro de las organizaciones. Por un lado, los empleados argumentan que el teletrabajo ha mejorado su productividad y bienestar. Por otro, muchos empleadores sienten que la supervisión directa y la presencia física son necesarias para mantener la productividad y la cohesión del equipo.
Es importante resaltar que no todos los trabajos son aptos para ser hechos de forma remota. Sectores como la manufactura, la atención sanitaria y otros servicios esenciales requieren la presencia física de los trabajadores. De este artículo se excluyen este tipo de casos obvios y se centra en aquellos trabajos que, pudiéndose llevarse a cabo de forma remota, enfrentan problemas significativos que dificultan su implementación. La capacidad de trabajar remotamente varía considerablemente según la naturaleza del trabajo, las herramientas disponibles y la cultura organizacional.
Uno de los problemas más relevantes y persistentes en la implementación del teletrabajo es la insistencia en replicar el horario y las condiciones de la oficina en el hogar. Este enfoque rígido tiene sus raíces en la era industrial. Durante la Revolución Industrial en el siglo XIX, surgieron fábricas y plantas de producción que requerían la presencia física de los trabajadores para operar maquinaria y mantener una producción constante. Para estandarizar y regular las condiciones laborales, se establecieron horarios fijos y turnos largos.
Un ejemplo concreto es el caso de la Ford Motor Company en 1914, cuando Henry Ford implementó la jornada laboral de 8 horas, 5 días a la semana y un salario de 5 dólares al día. Un acto revolucionario para la época, ya que antes de esto, era común que los trabajadores industriales trabajaran entre 10 y 16 horas diarias en condiciones muy duras. Ford entendió que reducir la jornada laboral a 8 horas no solo mejoraba la calidad de vida de sus empleados, sino que también aumentaba la productividad y la eficiencia, reduciendo a mayores, la rotación de personal.
Este modelo de horario fijo se convirtió en un estándar en muchas industrias y se mantuvo incluso en oficinas y trabajos administrativos, donde no siempre es necesario seguir un horario tan rígido. En el contexto del teletrabajo moderno, establecer un horario fijo de 8 horas seguidas no es ni eficiente en la oficina, como para serlo en casa, esta restricción no se adapta bien a la realidad del trabajo moderno y a las posibilidades que ofrece el trabajo remoto. Estar sentado durante largas horas sin pausas adecuadas puede causar problemas de salud, como fatiga ocular, dolor de espalda y estrés. Además, las interrupciones naturales del hogar pueden hacer que el tiempo dedicado al trabajo no sea tan productivo como en una oficina. No todos los empleados son más productivos en las mismas horas del día. Algunos pueden rendir mejor en la mañana, mientras que otros en la tarde o noche. La falta de flexibilidad puede llevar a una productividad subóptima y una disminución en la moral de los empleados.
Otra práctica problemática es intentar replicar las condiciones exactas de la oficina en el hogar del empleado. Esto puede incluir expectativas de supervisión constante, reuniones frecuentes y la idea de que la presencia física o la conexión continua equivalen a productividad. La necesidad de los empleadores de supervisar constantemente puede llevar a prácticas de micromanagement, dónde cada movimiento del empleado es analizado minuciosamente. Esto no solo es contraproducente, sino que también puede generar un ambiente de desconfianza y ansiedad. Exigir la participación en reuniones frecuentes puede ser disruptivo y consumir un tiempo valioso que podría dedicarse a tareas realmente productivas. Además, la fatiga por reuniones virtuales puede ser un problema real, afectando la salud mental y el bienestar de los empleados. En la oficina, la presencia física a menudo se interpreta como sinónimo de productividad. En el teletrabajo, es crucial cambiar este paradigma hacia una cultura basada en resultados. Evaluar a los empleados por su output y cumplimiento de objetivos, en lugar de su presencia constante, podría fomentar un entorno más saludable (para todos) y productivo.
El teletrabajo ofrece una serie de ventajas significativas para los empleados y, si se aplica correctamente, para los empleadores. Permite una mejor gestión de sus responsabilidades personales y profesionales, la libertad de organizar su horario de trabajo de manera que se adapte mejor a sus ritmos. Eliminar los desplazamientos diarios ahorra tiempo, dinero y reduce la fatiga asociada al viaje. Muchos empleados encuentran que son más productivos cuando trabajan en un entorno cómodo y libre de las distracciones de la oficina. Menos desplazamientos significan menos emisiones de carbono, lo que contribuye asimismo a la sostenibilidad ambiental. Además, el teletrabajo puede reducir significativamente los gastos de oficina para los empleadores, incluyendo alquiler, servicios públicos y suministros. Las empresas que ofrecen teletrabajo pueden atraer y retener talento de manera más efectiva, ya que esta modalidad es muy valorada por los profesionales.
Para que el teletrabajo sea realmente efectivo es necesario un cambio de mentalidad por parte de los empleados, pero sobre todo de los empleadores. La flexibilidad horaria no debe limitarse a permitir a los empleados entrar o salir 10 minutos antes o después. Se trata de permitirles organizar su tiempo de trabajo de manera que puedan ser más productivos y conciliar más fácilmente con su vida personal. Deberían tener también la libertad de trabajar en los momentos del día en que se sientan más concentrados y con mayor energía. Algo fundamental para aprovechar al máximo las capacidades individuales y mejorar tanto la productividad como la satisfacción general. Adoptar herramientas y prácticas que permitan la comunicación asíncrona puede reducir la necesidad de reuniones constantes y permitir a los empleados trabajar a su propio ritmo. Los empleados deben ser más responsables con la gestión de su tiempo y tareas, algo que requiere disciplina y la capacidad de establecer límites claros entre el trabajo y la vida personal, así como los espacios.
Los empleadores deben ser más flexibles y proporcionar los recursos, herramientas y mecanismos necesarios para que el teletrabajo funcione bien para todos. Es importante abandonar la mentalidad de «fábrica», actualmente no tiene sentido obligar a las personas a trabajar largas horas cuando su rendimiento disminuye con el paso del tiempo, especialmente ahora que las tareas suelen ser menos físicas y más intelectuales.
Si el teletrabajo no es bien recibido ni fomentado en tu empresa siendo posible, probablemente tu bienestar sea una carta fuera de la partida. En un entorno laboral que valora la adaptabilidad y el bienestar de sus empleados, el teletrabajo debería ser una opción viable y respaldada por la organización. Las empresas que reconocen las ventajas del teletrabajo, tanto para los empleados como para los empleadores, tienden a fomentar un ambiente más saludable y productivo.
El teletrabajo tiene el potencial de ofrecer beneficios significativos, pero para que sea verdaderamente efectivo, es crucial que las empresas abandonen las viejas mentalidades y adopten enfoques más flexibles y adaptativos. Reconocer las diferencias entre los entornos de oficina y hogar, y ajustar las expectativas y métodos de trabajo en consecuencia, es fundamental. Al abordar estos problemas de manera proactiva y fomentar una cultura basada en la confianza y la flexibilidad, las organizaciones pueden crear un entorno más satisfactorio para la propia organización, en general.
El éxito de una empresa está profundamente ligado al bienestar de las personas que la conforman. Tratar a los empleados como individuos valiosos, y no solo como recursos, es fundamental para construir un entorno laboral próspero y sostenible. Si bien algunas empresas pueden tener éxito a corto plazo mediante un enfoque estricto en la eficiencia, el verdadero éxito a largo plazo requiere un equilibrio entre la productividad y el bienestar de los empleados.
Desarrollador de software, informático, emprendedor y entusiasta por la tecnología desde tiempos inmemoriales. Inquieto por defecto, curioso por naturaleza, trato de entender el mundo y mejorarlo utilizando la tecnología como herramienta.
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