Una sorprendente escena de un campo abierto bañado por el sol, donde los rayos del sol iluminan el paisaje al amanecer y la sutil presencia de una pequeña ciudad futurista envuelta por una imponente cúpula de cristal emerge en el horizonte.

Un nuevo despertar, primera parte

Esta entrada es la parte 1 de 11 de la serie Diario de un desterrado

El sol emergía radiante sobre el horizonte acariciando con sus suaves rayos el exterior de la estación. La luz se colaba con determinación a través de ventanas rotas y tejados desgastados. Para los habitantes de la comuna aquel amanecer marcaba el inicio de un día lleno de expectación pues no sería un día como cualquier otro; hoy, un nuevo rostro se uniría a ellos, trayendo consigo un aire de renovación.

Una imagen inquietante de una antigua red de túneles ferroviarios, en la que destaca una pequeña trampilla de acceso en la parte superior con una escalera metálica de acceso, mientras que los sombríos matices de la luz del sol del amanecer apenas se filtran a través de los cristales rotos del techo, proyectando una atmósfera opresiva.

Ada, un joven audaz y valiente, había logrado escapar y ahora buscaba refugio entre aquellos que compartían su deseo de libertad. Había oído hablar de los desterrados a través de susurros y rumores, un lugar en el que la gente vivía al margen del pesado yugo del sistema, donde el espíritu humano podía florecer sin restricciones.

Sam sería el encargado de recibirle, un veterano miembro de la comuna conocido por su sabiduría, trato amable y cordialidad, además de ser un pilar fundamental. Al encontrarse con Ada su rostro se iluminó con una amplia sonrisa mientras estrechaba su mano con calidez y firmeza para posteriormente extraer de su mochila una bolsa que contenía algunos alimentos energéticos, frutos secos y un par de manzanas frescas, junto con una botella de agua de aspecto reciclado para entregárselo, iba a ser un largo camino.

«Bienvenido a nuestro hogar, hermano», dijo Sam con entusiasmo. «Creo que estos víveres te vendrán bien en nuestro viaje. Aquí, en nuestra comunidad todos desempeñamos un papel específico y trabajamos unidos para mantener nuestra forma de vida en marcha y garantizar el bienestar de todos. Verás cómo, con el tiempo, tú también encontrarás tu lugar y te convertirás en una parte esencial de nuestro entramado social», explicó Sam con una voz serena y llena de confianza.

Todavía con el corazón palpitante Ada apenas podía creer haber burlado a los despiadados vigilantes en una carrera frenética por su vida, el sudor frío y la adrenalina aun recorrían sus venas mientras el alivio lo inundaba al haberse encontrado con Sam, no se dejó vencer por el cansancio y aunque aún dubitativo sobre si valdría la pena sumergirse en lo desconocido avanzó con determinación. «Se te ha sido asignado como buscador», continuó Sam. «Saldrás a buscar recursos para la comunidad. No es fácil pero es un papel vital para mantenernos a todos con vida, tranquilo que tendrás buenos maestros».

Una imagen inquietante que muestra un pequeño orbe brillante en primer plano, flotando  mientras proporciona una iluminación misteriosa a un túnel de metro antiguo y ruinoso, donde los escombros yacen esparcidos a lo largo de las vías y por todos lados.

Mientras caminaban hacia el poblado Sam le habló sobre Mr X, el líder de la comunidad. «Espero poder presentártelo pronto, él es el que toma las decisiones importantes y nos guía, él comenzó todo esto, un hombre humilde y justo», también sobre las razones que les habían llevado a vivir en la comuna, hablaban sobre su insatisfacción con el sistema impuesto por las élites y su deseo de vivir de una manera más autónoma y libre, más natural.

Le contó también que la gente que habitaba en la comuna tenía motivos diferentes para estar allí, algunos como él habían huido del sistema opresor del exterior pero otros habían llegado por motivos más personales. Un hombre que había huido de una peligrosa secta que le arruinó la vida o una mujer que buscaba refugio después de presenciar un crimen terrible cometido por una persona de supuesta relevancia. Sin embargo, a pesar de las diferentes motivaciones, todos habían encontrado un hogar común donde trabajaban juntos y se apoyaban mutuamente.

El frío metal del suelo bajo sus pies les hacía saber que estaban en un lugar completamente fuera de lugar, nada que ver con las modernas instalaciones del exterior, el aire era húmedo y oscuro bajo la tenue luz de los fluorescentes que parpadeaban en el techo, rodeados de despojos de trenes antiguos que yacían en los túneles, cubiertos de polvo y óxido.

Un extraño sentimiento invadía el cuerpo de Ada mientras avanzaban, fascinado por el entorno que los rodeaba no podía evitar sentirse como si hubiese sido transportado a un pasado donde la tecnología era rudimentaria y los trenes representaban el pináculo del transporte. El eco de sus pisadas resonaba en las paredes del túnel generando un sonido seco que se entremezclaba con el crujir de los escombros bajo sus pies, y a pesar de ello, la emoción crecía intensamente en su interior.

Sam, de repente, extrajo de las profundidades de su abrigo un orbe que parecía ocultar secretos milenarios. Lo sostuvo en alto y con un gesto suave y enigmático lo encendió de forma súbita. La luz que emanaba era de un tono cálido y reconfortante, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad desoladora que los rodeaba. El resplandor iluminó el sinuoso camino que se extendía ante ellos revelando la textura del terreno que recorrían.

A small flying quadcopter patrol sentinel drones checking the underground

A lo lejos, como una visión que emergía de la penumbra pudo vislumbrarse el poblado, un refugio en el que a pesar de las adversidades la vida y la humanidad aún persistían. Los contornos de sus estructuras se dibujaban en el horizonte como una promesa de seguridad y comunidad.

«Hemos caminado durante mucho tiempo» expresó Sam con la voz cansada pero con una tenue sonrisa en sus labios. «A partir de aquí, todo será más fácil». Sus palabras transmitían el consuelo de que a pesar que el mundo había cambiado, aún era posible encontrar luz en medio de la oscuridad.

«Este sendero es el más extenso, la entrada principal se halla a la mayor distancia pero no te preocupes, no tendrás que enfrentarte a este trayecto a diario», aseguró Sam.

La llegada a la comuna resultó ser un evento impactante para Ada, después de casi dos horas de caminata por las vías abandonadas sumidos en un silencio sepulcral al fin pudieron alcanzar el final del recorrido, dónde se ubicaba un gran montículo de escombros envejecidos y desgastados por el tiempo entre los cuales se podían contemplar rastros de la civilización que alguna vez habitó el lugar.

Atendiendo a la señal de Sam, Ada avanzó entre los vestigios de estructuras desmoronadas y objetos abandonados hasta llegar a una estrecha verja metálica apenas perceptible en la penumbra de aquel espacio cerrado, donde no crecían plantas ni seres. La verja, corroída por el óxido pero aún firme estaba custodiada por drones que vigilaban silenciosamente el perímetro contrastando con el entorno decrépito que los rodeaba, sus ojos electrónicos escaneaban cada rincón en busca de posibles amenazas antes de permitir el acceso al recinto.


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