Ambiente de control y vigilancia estricta, donde los clientes realizan transacciones digitales en un entorno de alta tecnología pero con una sensación de inquietud y presencia autoritaria

El impacto de las monedas digitales en la sociedad

Ya se está construyendo la moneda del futuro y no es una visión distante, sino una realidad inminente. Cuando escuchas hablar de Bitcoin, quizás lo primero que te viene a la mente es esa criptomoneda envuelta en misterio, popular entre los entusiastas de la tecnología y a menudo asociada con transacciones clandestinas. Sin embargo, lo que quizás no sepas es que, en unos años, es probable que tú mismo estés usando una forma de moneda similar: digital, intangible, capaz de facilitar tus compras tanto en el mundo físico como en el virtual.

Pero con una diferencia crucial: mientras que Bitcoin es una moneda descentralizada, fuera del control de cualquier entidad, la moneda digital del futuro estará en manos de los bancos centrales. Esta pequeña pero significativa distinción abre un amplio abanico de posibilidades y riesgos. A diferencia de las criptomonedas como Bitcoin, que operan en un ecosistema descentralizado y a menudo no regulado, las futuras monedas digitales centralizadas prometen un mayor nivel de seguridad y estabilidad, al estar respaldadas y reguladas por instituciones financieras establecidas. Pero esta centralización también conlleva implicaciones profundas para la privacidad y el control económico. Estas nuevas monedas digitales no solo revolucionarán la forma en que realizamos nuestras transacciones cotidianas, sino que también ofrecerán a los gobiernos y bancos centrales herramientas sin precedentes para supervisar y posiblemente influir en los patrones de gasto de la población.

“Esto no lo verán mis ojos” pensarán algunos, ¿Cuándo fue la última vez que has usado dinero en efectivo? ¿Cuál fue la cantidad? La realidad es que, para muchos de nosotros, las ocasiones en las que recurrimos al efectivo se han vuelto cada vez más esporádicas y por montos cada vez menores. Estamos inmersos en una era donde el plástico y los pagos electrónicos reinan, desde la compra de un café hasta el pago de servicios en línea.

La digitalización del dinero ha avanzado a pasos agigantados, y no solo en las esferas de los entusiastas de la tecnología o en las economías más avanzadas. Alrededor del mundo, desde las metrópolis hasta zonas rurales, la adopción de pagos electrónicos y móviles está creciendo. Esta tendencia es impulsada por factores múltiples: la búsqueda de mayor seguridad, la eficiencia en las transacciones, la comodidad de no llevar efectivo y, no menos importante, una pandemia global que aceleró la adopción de métodos de pago sin contacto. Cada vez más fácil y cómodo, directamente con nuestros dispositivos móviles, teléfonos, relojes, anillos, pulseras, etc.

Las monedas digitales de los bancos centrales emergen no como una mera posibilidad, sino como una evolución natural y necesaria. Algunos podrán argumentar que las criptomonedas ya han pavimentado este camino, pero hay una diferencia sustancial en términos de regulación y estabilidad que ofrecen las monedas digitales centralizadas. A diferencia del mundo volátil y a menudo especulativo de las criptomonedas, las monedas digitales de los bancos centrales prometen un mayor control, regulación y, potencialmente, una integración más fluida con las estructuras financieras existentes.

Pero, ¿cómo afectará esta transición a nuestra vida cotidiana? ¿Estamos preparados para un mundo donde cada transacción puede ser trazada, supervisada y, en cierto modo, controlada por entidades centralizadas? Estas son preguntas que aún buscan respuesta, mientras nos adentramos con paso firme hacia un futuro digitalizado en el que el dinero físico, tal como lo conocemos, podría convertirse en un recuerdo del pasado.

Las monedas digitales representan una evolución natural del dinero en la era digital. En su esencia, una moneda digital es una forma de dinero o medio de intercambio que es electrónico en lugar de físico, como billetes o monedas. Estas monedas funcionan utilizando tecnologías digitales, y a menudo, pero no exclusivamente, se basan en la criptografía para garantizar la seguridad y la integridad de las transacciones. A diferencia del efectivo, que es tangible y se transfiere físicamente, las monedas digitales son intangibles y existen únicamente en forma digital.

Un tipo particular de moneda digital que está ganando atención mundial son las Monedas Digitales de Banco Central, o CBDC por sus siglas en inglés (Central Bank Digital Currencies). Las CBDC son una versión digital de la moneda fiduciaria de un país, emitida y regulada por el banco central de ese país. Este tipo de moneda digital busca combinar lo mejor de dos mundos: la conveniencia y seguridad de los pagos digitales y la regulación y estabilidad que ofrece el respaldo de un banco central.

A diferencia de las criptomonedas descentralizadas como Bitcoin, las CBDC están centralizadas y completamente reguladas. Esto significa que están respaldadas por el gobierno, lo que las hace tan legítimas y seguras (en términos de valor) como el dinero en efectivo emitido por el banco central. Las CBDC pueden ayudar a modernizar el sistema de pagos de un país, mejorar la eficiencia de las transacciones financieras y aumentar la inclusión financiera, especialmente en áreas donde el acceso a los servicios bancarios tradicionales es limitado.

Sin embargo, la emisión de una CBDC también implica desafíos significativos. Uno de ellos es la privacidad, ya que un sistema de moneda digital centralizado podría dar al gobierno una visibilidad sin precedentes sobre las transacciones financieras de los ciudadanos. Otro es el impacto potencial en el sistema bancario tradicional, ya que las CBDC podrían alterar la forma en que los bancos comerciales crean dinero y ofrecen préstamos.

Alrededor del mundo, varios países ya están experimentando con sus propias versiones de CBDC, mientras que otros están en etapas preliminares de investigación y desarrollo. Por ejemplo, el yuan digital de China está en una fase avanzada de prueba, mientras que el Banco Central Europeo está desarrollando el próximo euro digital, igual que en Estados Unidos con su respectiva moneda trasladad al mundo digital.

Las CBDC ofrecen a los gobiernos una herramienta potente para monitorear y analizar las transacciones financieras de manera más eficiente que nunca. Esto podría tener implicaciones significativas para la prevención del fraude, el lavado de dinero y la financiación del terrorismo.

El “terrorismo”, esa escusa que tan bien viene a gobiernos para añadir mecanismos de control a sus ciudadanos, ha ocurrido y ocurrirá, sólo que ahora con tu dinero también. Hemos visto como en múltiples ocasiones a lo largo de la historia se ha utilizado el adjetivo de terrorista para señalar a entidades con intereses contrarios a los de determinadas formas de pensar o actuar, hemos visto como se ha tratado (y se trata) como terrorista a personas que han denunciado crímenes cometidos por algunos estados, se ha anulado y silenciado a aquellos que pudieran distribuir información sobre ciertos actos de algunas de las personas más poderosas del mundo, imagina lo que podría llegar a ocurrir si tuviera acceso a tu cartera y pudiera decidir cómo, en qué y dónde lo gastas.

Este nivel de supervisión y control podría teóricamente permitir a los gobiernos implementar medidas “por el bien y la seguridad” de los ciudadanos, aunque tales acciones podrían rozar los límites de la privacidad y la autonomía personal. Imagina que:

  • Se deniega tu transacción para pagar una pizza que se te ha antojado para acompañar la película que te dispones a ver porque tus informes médicos determinan que tus niveles de colesterol son elevados.
  • ¿Gastas demasiado en entretenimiento o ropa de lujo? Se podrían establecer límites de gasto en ciertas categorías para “fomentar” la responsabilidad financiera, limitando cuánto puedes gastar en ciertas áreas no esenciales cada mes.
  • En un intento por fortalecer la economía local, podrían bloquearse automáticamente tus compras de productos extranjeros si se considera que has excedido un “límite razonable” de gasto en bienes importados.
  • Los gobiernos podrían utilizar el sistema de CBDC para aplicar automáticamente incentivos fiscales o penalizaciones. Por ejemplo, recibir descuentos o créditos por comprar productos ecológicos, o penalizaciones por exceder un límite de consumo de energía.
  • Aquellos ciudadanos que expresen puntos de vista alineados con las políticas gubernamentales podrían recibir beneficios monetarios, como créditos en sus cuentas digitales o acceso a servicios a precios reducidos. Por otro lado, quienes expresen críticas o puntos de vista disidentes podrían enfrentar sanciones financieras, como la congelación temporal de fondos, aumentos en tasas de interés de créditos, o incluso restricciones en ciertos tipos de transacciones.

La idea de ceder el control de nuestros gastos a entidades centralizadas, que históricamente han demostrado moverse por intereses propios o de terceros, puede no ser tan alentadora como parece. La experiencia nos ha enseñado que, en numerosas ocasiones, la concentración de poder en pocas manos conduce a decisiones que benefician a unos pocos, a menudo a expensas de la mayoría. Este es un escenario que debe evaluarse cuidadosamente al considerar la transición hacia las monedas digitales centralizadas.

En este contexto, te invito a reflexionar sobre las implicaciones de permitir que los gobiernos y las instituciones financieras centralizadas tengan acceso a nuestros hábitos de gasto. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar la privacidad y la autonomía a cambio de la promesa de mayor comodidad y seguridad en nuestras transacciones financieras? ¿Es prudente depositar tal grado de confianza y poder en manos de unas pocas instituciones, cuyas decisiones y políticas podrían estar influenciadas por agendas que no siempre coinciden con el bienestar del ciudadano común?

Estas preguntas no tienen respuestas fáciles, pero son esenciales en el debate sobre el futuro de nuestro dinero y, por extensión, de nuestra libertad económica. Como sociedad, debemos ser cautelosos y críticos, pesando cuidadosamente los beneficios y los riesgos. Deberíamos preguntarnos si estamos dispuestos a caminar por un sendero que podría llevarnos a una mayor centralización del poder económico y a una disminución de nuestra privacidad y control individual. La próxima vez que deslices tu tarjeta, ten presente que estamos en un trayecto preestablecido, todo por nuestro beneficio y protección…

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