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The living quarters, a patchwork of personal sanctuaries, reflect the diversity of the station's inhabitants, with doors opening to reveal glimpses of individual lives, each space adorned with mementos of the past and tokens of hope for the future

X, segunda parte

Esta entrada es la parte 12 de 13 de la serie Diario de un desterrado

Antes de dirigirse al encuentro, consideró prudente buscar la compañía de alguien de su más absoluta cercanía. Sam era esa persona, un hombre sobre el cual X depositaba su plena confianza y a menudo se apoyaba para trámites delicados dentro de la comunidad. Sabía que Sam, con su juicio sólido y su experiencia, sería el acompañante ideal para este tipo de conversaciones. Era esencial para X asegurarse de que Ada se sintiera cómodo y valorado en su nuevo rol dentro de la comunidad. Tras una corta llamada acordaron reunirse para juntarse con Ada, solían verlo casi siempre sobre la misma hora en el comedor, era muy puntual y de costumbres por lo que sin dudarlo ese sería el lugar de encuentro.

Una vista panorámica de una concurrida cantina subterránea, donde se destaca la interacción entre dos hombres en primer plano, inmersos en una conversación, con el bullicio de la comunidad al fondo.

X, Primera parte

Esta entrada es la parte 11 de 13 de la serie Diario de un desterrado

X se despertó en su estancia, un amplio y luminoso cuarto con una cama, una estantería y una mesa de escritorio con un viejo ordenador en el centro. Él era un hombre alto y delgado, de fría mirada, fiel reflejo de años de duro trabajo y sacrificio. Era el fundador y líder de la comuna, allí donde un grupo de personas había conseguido refugiarse de las opresoras garras del sistema, en la absoluta clandestinidad.

A sweeping view of the self-sustained commune, separate from the system, thriving within a repurposed underground train station, meticulously cared for and organized with devotion.

Un nuevo despertar, segunda parte

Esta entrada es la parte 2 de 13 de la serie Diario de un desterrado

La inquietud se apoderó de él, sus ojos escudriñaban cada rincón del lugar mientras algo en particular le heló la sangre, los drones de seguridad que debían estar vigilando incansablemente yacían inmóviles en sus estaciones. Con una mezcla de confusión y temor preguntó Ada con voz temblorosa: «¿Por qué los drones no nos han detectado y dado la alarma? Hace tiempo que deberían haber notado nuestra presencia y más aún con todo el estruendo que hemos hecho atravesando los escombros».