Un nuevo despertar, segunda parte
La inquietud se apoderó de él, sus ojos escudriñaban cada esquina del lugar mientras algo en particular le heló la sangre, los drones de seguridad que debían estar vigilando incansablemente yacían inmóviles en sus estaciones. Con una mezcla de confusión y temor preguntó Ada con voz temblorosa: «¿Por qué los drones no nos han detectado y dado la alarma? Hace tiempo que deberían haber notado nuestra presencia y más aún con todo el estruendo que hemos hecho atravesando los escombros».
Sam, con una misteriosa sonrisa respondió: «El orbe que llevamos está vinculado a nuestros sistemas de seguridad, los drones saben que no hay necesidad de dar la alarma, es más, es un método infalible para asegurarse de que los recién llegados tengan autorización y no sean considerados objetivos, estos aparatos no fallan». La incertidumbre creció en sus ojos mientras preguntaba con vacilación: «¿Y qué sucede si alguien logra robar un orbe?».
«Nunca ha ocurrido tal cosa, todos aquí formamos una comunidad unida y solidaria, además, hace años que nadie se acerca por aquí y los orbes están programados para regresar automáticamente al poblado si no reconocen a su portador e identifican a quién lo recoge precisamente para prevenir este tipo de situaciones. La seguridad es esencial para nosotros pero nuestra confianza en la comunidad es aún más fuerte».
Ada impresionado por la tecnología que rodeaba a la comuna escuchaba atentamente como Sam le explicaba que habían sido creados por sus propios miembros con amplias habilidades en ingeniería electrónica, casi todo estaba creado por ellos mismos con míseros desperdicios del exterior, «¡Hay gente muy buena ahí dentro!».
«¿Qué hay de las armas?», preguntó Ada con cierto recelo. «No permitimos armas en el poblado, las que hay están resguardadas en la armería y sólo se pueden utilizar en las salidas como herramienta de defensa», respondió Sam con firmeza. «Aquí vivimos en armonía y confianza los unos con los otros, no necesitamos armas para protegernos más que de las amenazas del exterior».
Alcanzaron una vasta plaza que yacía en el corazón de la comuna, como espectros bajo las luces de los focos en el techo mezclada con la oscuridad general del lugar se alzaban las siluetas de una multitud expectante, a la espera de su arribo. Cada rostro, cada par de ojos iluminados con el interés palpable en el aire reflejaban la singularidad del evento, no era una convocatoria común.
Una imponente mesa se erigía en el centro del bullicio como el núcleo de su pequeño cosmos, repleta de manjares y elixires variados parecía un homenaje a la vida, a la esperanza. A su alrededor un océano de habitantes del refugio formaba un semicírculo, como un coro de voces silenciosas creando un ambiente de calidez que hacía palidecer a la desolación del entorno.
El largo camino había dejado a Ada exhausto, en su mente sólo tenía cabida el comer y dormir pero la situación requeriría algo de entereza por su parte ante sus nuevos compañeros y aguantar el tipo, al menos, durante un rato.
«¡Bienvenido a nuestra entrañable comunidad! Es un verdadero honor recibirte entre nosotros. Deseamos que encuentres un hogar cálido y acogedor aquí, seguro te convertirás en un valioso miembro para nuestra gran familia».
Un joven llamado Yak, de los buscadores, le preguntó curioso: «¿Cómo es vivir fuera de nuestro refugio en la actualidad? ¿Qué es lo que más te ha impactado de la vida en el exterior?»
«La tecnología, ese estandarte de progreso y evolución ha avanzado a un ritmo frenético y voraz, siempre persiguiendo una utopía de eficiencia y orden, pero el precio a pagar ha dejado una marca indeleble en la sociedad. La opresión y el control ejercido por los sistemas imperantes han creado una jaula invisible, limitando cada movimiento, cada pensamiento, cada intención.
La libertad, esa joya preciada que alguna vez fue el derecho fundamental de todos, ahora es un lujo escaso, un tesoro casi mitológico, más allá del alcance de nuestras manos encadenadas. Hasta los sentimientos más universales y fundamentales, como el amor por nuestros seres queridos están manipulados y limitados. Ni siquiera podemos abrazar inocentemente a los nuestros sin hacer saltar la alarma, vivir con el temor de cruzar alguna línea invisible dibujada por los adalides de este sistema tan inhumano.
Hemos sido convertidos en meros engranajes en una maquinaria gigante y despiadada. Reducidos a simples números en una hoja de cálculo, nuestra identidad y propósito han sido reemplazados por códigos y algoritmos. Hemos perdido mucho más que nuestra libertad; hemos perdido nuestro derecho a soñar, a ambicionar, a desarrollarnos como individuos, a ser personas».
El aire en la comunidad estaba cargado de una palpable curiosidad por la presencia de su nuevo integrante. Habían estado viendo las mismas caras desde hacía tiempo y, aunque todos ansiaban inundarle con preguntas, el cansancio dibujado en su semblante les persuadía de hacerlo hasta que uno de ellos, Dav, de carácter más imponente, no titubeó en quebrar súbitamente el silencio con una, eso sí, suavidad inesperada, quizá las palabras de Ada lo hubieran ablandado, si es que eso era posible:
«Bienvenido a nuestra comunidad Ada. Tienes toda la razón, hace tiempo que nuestra sociedad se ha convertido en un sistema decadente, un espejo de la avaricia y el egoísmo de unos pocos… Pero no estamos aquí para lamentarnos, nuestra resistencia depende de la capacidad para adaptarnos y superar las adversidades, me pregunto si podrías ayudarnos con algo, tu información puede ser de gran utilidad para nuestra supervivencia. ¿Has notado alguna novedad en los robots o dispositivos de vigilancia? Cualquier cambio, por insignificante que parezca podría ser la clave para mantenernos un paso por delante.»
Sorprendido por el atrevimiento pero manteniendo la compostura Ada respondió con cordialidad:
«Bueno, he estado en el exterior durante un tiempo, por lo que es muy probable que haya habido cambios. ¿De qué estás buscando información en particular?»
La voz de Dav sonó emocionada, rebosante de ansias por obtener alguna información que pudiera resultar útil:
«Nos gustaría saber si has observado alguna mejora o actualización en los dispositivos de vigilancia, la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso y pueden haber incorporado nuevas funcionalidades. Sería información muy útil que podría ayudarnos a reforzar nuestras defensas y protegernos en futuras incursiones».
Captando la seriedad del momento Ada asintió en reconocimiento a las palabras de Dav, habían llamado la atención de todos los presentes. «Los drones de seguridad han experimentado algunas actualizaciones significativas. Su capacidad para capturar imágenes es ahora más precisa, su resolución ha sido optimizada hasta el punto de poder discernir incluso los detalles más nimios. También han perfeccionado su habilidad para detectar señales, ampliando su rango de monitoreo y dificultando aún más cualquier intento de evasión. En el corazón de las ciudades el nivel de supervisión ha alcanzado niveles inquietantes. Los residentes están constantemente monitorizados; cada movimiento, cada acción, cada palabra, está registrada y analizada al más mínimo detalle, con la excusa de la salud tienen hasta acceso en tiempo real a las propias constantes vitales de cada individuo pudiendo alterarlas de forma remota si lo consideraran necesario».
Dav con evidente y genuina curiosidad mientras se frota las manos pero con el rostro inmerso en una obvia preocupación por el devenir de los acontecimientos:
«Ese tipo de información es justo lo que nos puede ayudar, será muy útil para todos. Necesito que te reúnas conmigo y algunos de mis compañeros en los próximos días para hablar más sobre esto, estoy seguro de que tu información nos permitirá mejorar nuestras herramientas».
«Claro, estaré encantado de ayudar en lo que pueda», agradecido ante todos sus nuevos compañeros por la cálida bienvenida y la conversación les explicó que había sido un largo viaje y necesitaba descansar para recuperar fuerzas, «Estoy agotado, con su permiso creo que me retiraré a mi estancia, muchas gracias por la hospitalidad y la comida, son todos muy amables».
«Sin problema alguno, estamos felices de tenerte aquí», resonó una imponente voz desde el extremo opuesto de la larga mesa mientras que Sam se incorporaba con decisión ofreciéndose para guiar a Ada hacia su dormitorio. «Ven conmigo, te mostraré dónde podrás encontrar descanso», dijo mientras rodeaba la mesa sorteando a sus compañeros.
Ambos se adentraron en un corredor que, aunque sembraba sombras y desprendía un frío casi palpable, conservaba un aire de bienvenida. A pesar de la atmósfera cruda y lúgubre aquel era su nuevo hogar, un bastión que, aun con sus evidentes carencias proporcionaba un refugio, una fortaleza de seguridad, una extraña sensación de familiaridad.
La habitación de Ada era un espacio meticulosamente cuidado, limpio y luminoso como casi todas, contaba con una cama modesta flanqueada por una mesilla de noche blanca y un armario a juego para guardar sus prendas, todo con apariencia impecable y prácticamente nuevo. Sam se encargó de mostrarle cómo operar el sistema de iluminación y cómo regular la temperatura a su gusto antes de concederle la privacidad de su nuevo dormitorio.
«Si necesitas algo no dudes en llamar. Bienvenido a tu nuevo hogar», dijo Sam antes de cerrar la puerta detrás de él.
Ada se deslizó entre las sábanas, su corazón aún retumbaba por la incertidumbre de su situación, los miedos y las esperanzas de su nueva vida se mezclaban en un torbellino de pensamientos mientras el cansancio comenzaba a seducirle con una falsa promesa de descanso. El parpadeo de sus ojos se volvía cada vez más lento, cada vez más pesado, hasta que finalmente, la más absoluta oscuridad.
Desarrollador de software, informático, emprendedor y entusiasta por la tecnología desde tiempos inmemoriales. Inquieto por defecto, curioso por naturaleza, trato de entender el mundo y mejorarlo utilizando la tecnología como herramienta.